¿Qué es el hecho social?
Si
nos detenemos en la genealogía de este concepto, encontramos la multiformidad
de hechos y actos de sujetos que actúan según formas de socialización diversas
que se someten a los principios educativos de moralismo, integración, e
inclusión moral que se han visto integrados desde la primera infancia, y
pudiendo tener un carácter religioso o no, objetivizan la uniformidad de
conductas que un sujeto debe implantarse a sí mismo, con el fin de enfrentarse
a una “sociedad civilizada” que reincorpora sistemáticamente los principios
idealistas del bien común.
El
carácter social de los hechos atribuyen a los individuos adultos
operantes, la reponsabilidad total de las consecuencias de sus
conductas, atenuando el influjo coercitivo del colectivo socializador más
inmediato (familia, educadores, grupo de iguales, medios
de comunicación, etc).
La
conceptualización de las ideas, conductas, hábitos, prácticas o sentimientos,
bajo formas de comportamientos desviados o transgresores, son metas
conductivistas de adiestramiento que someten al individuo ante un aparente
fracaso de un proceso educativo que anhela interiorizar normas colectivas al
nivel más indivisible: el individuo.
Si
la moralidad de ciertas conductas se desvía del hecho social que propugna su
masa socializadora, cualquier persona desde la edad escolar, tendrá que ver
reprimidos sus impulsos primitivos de comportamiento y reconducidos a una
inculpadora rehabilitación del hábitus según la aleccionada por su clase
popular.
Las
ciencias Sociales inciden sobre la permeabilidad del moralismo del
comportamiento del grupo sobre un individuo, del hecho integrador como
formulación sistémica de principios y valores que encarnan el ser como modélico
frente al todo. El familiarismo potencia a su vez, los preceptos de legitimidad
heredados, sin un excesivo menosprecio liberal del progreso moralista
contemporáneo.
Sin
embargo, el hecho social está categorizado estrictamente como social. Un hecho
social al parecer sólo se compone de integridad común derivada de ciertas
costumbres, hábitos, reglas, leyes, certidumbres y evidencias que se regodean
de seguridad interpuesta por el integrismo de una época histórica concreta, y
digo concreta porque en otro contexto, ¿Cómo íbamos a predecir que el
infanticidio antes reglamentado como método legítimo y normalizado de control
poblacional sería posteriormente un atentado contra la vida de una persona, (en
este caso un menor), castigado con pena de prisión?
La
normalización legislativa social es tan versátil como imprudente por su
inestabilidad temporal. Nuestras reglas individuales de hoy son tan
transitorias y verazmente amenazadas como lo son las reglas del juego social
que cada Estado contempla en su cronológico formulismo jurídico. La sociedad es
transicional en sí misma y no hay épocas permanentes. Los roles son mutables y
los supuestos de organización, desarmables.
Sin
embargo, el principio científico del ser social radica en su estirpe biológica.
El ser humano como animal racional, cumple una misión catalizadora del
conflicto por su dotación genómica, que sencillamente no puede ser censurable.
La
convergencia idealizada del comportamiento del ser humano a lo largo de los
siglos, es tan abrupta como veleidosa, siendo incapaz de sucumbir a la
certidumbre invariable e inapelable del método científico, a pesar de que lo
social tenga un cimiento y estructuras eminentemente bioquímicas.
¿Cómo
saber si una evolución moral y normativa del individuo, adoptada e implantada bajo
el medio formal de reglamentación no se debe a cambios evolutivos mutacionales?
¿Cómo
prever que un individuo tendrá uno u otro comportamiento si no conocemos su
estructura genómica?, ¿Cómo emplear un método propio de las Ciencias Naturales,
si empleamos lo social como monocausa del comportamiento humano?, ¿Qué clase de
Método en Ciencias Naturales se empleará sin una manipulación directa del
objeto a analizar, -como se haría en un laboratorio-, por considerarse ilícito
e inmoral?, y lo más importante, ¿Cómo acometer una intervención en sociedad,
si ignoramos la procedencia de los patrones, ya sean biológicos o sociales que
rigen el comportamiento de una persona?
El
ser humano es producto de un componente biológico que engrasa toda la
maquinaria de su proceder socio-evolutivo, de forma que, los procesos de
encauzamiento social son incoherentes e ineficaces si obviamos los fundamentos
de la naturaleza que le impera.
Las
conductas transgresivas que integra una persona son en muchos casos
independientes del proceso educacional en el que se haya visto inmerso. En
definitiva, según la acometida de la experiencia, los genes predisponen.
Si
una estructura genómica adviene con una predisposición a la personalidad
violenta, los hechos socializantes que promueven un comportamiento
definiblemente vinculante a lo normalizado, serán hechos poco productivos sobre
si no son personalizados y cuidadosamente escogidos .
Para
no incurrir en el reduccionismo que se acomete con frecuencia desde las
Ciencias Sociales, abordaré el ser, desde el prisma del individuo inmerso en
sociedad, influenciado por multitud de estímulos de etiología social junto al
dominio preponderante de la cuestión biológica: la genética molecular.
Pero, ¿Realmente estamos tan
programados?
La
respuesta, es sí. El carácter de un individuo se ve vinculado a la información
genética que posee en particular.
Las
divergencias y variaciones genómicas tendrían un peso relevante en el
constructivismo del ser, pues son los propios hechos los que constituyen la
esencia del humanitarismo.
Así
por ejemplo, los estados nacientes de la psicopatía se tornan como proceso
sintomatológico que deviene de una alteración cromosómica hasta hace poco
desconocida, en muchas ocasiones no atajados por la ciencia médica. Igualmente,
los estados depresivos o la bipolaridad son condicionados por un gen dominante,
pero lo que acontece a los comportamientos y hábitos de estos individuos, son
traducidos íntegramente como hechos sociales susceptibles de ser
canalizados
a través de repetidas y no siempre eficaces terapias conductivistas de
normalización.
Sin
embargo, a pesar de conocer la incidencia directa del ADN en una amplia gama de
enfermedades físicas y psíquicas, -aun siendo desconocidos las causas y
mecanismos desencadenantes de mutación genómica o cromosómica, e igualmente el
desconocimiento actual en la identificación de genes afectos- , me veo forzada
a reinterpretar el concepto de enfermedad genética.
La OMS define el concepto enfermedad como: "La
alteración o desviación del estado fisiológico en una o varias partes del
cuerpo, por causas en general conocidas, manifestada por síntomas y signos
característicos, y cuya evolución es más o menos previsible”.
La
ciencia médica categoriza las enfermedades por afección de tejidos u órganos,
inclusive la especialización e investigación las mismas confiere a la
disciplina una visión separatista del concepto genoma humano. Tenemos por
ejemplo, las enfermedades de ojo, las enfermedades del aparato cardiovascular,
digestivo, endocrino, hematológico, neurológico… y las enfermedades
genéticas.
El
enramado dominante y dirigente del mecanicismo funcional, anatómico y orgánico
básico de un ser vivo, es el ADN. Por tanto el análisis en el estructuralismo
de la enfermedad quedaría sometido a una somera identificación de síntomas
derivativos asociados a diferentes conglomerados de patologías frente a las que
se prescribiría un tratamiento igualmente sucinto.
Pero
voy más allá. ¿Cómo definir la enfermedad a través del conductivismo importado
desde las Ciencias Sociales aplicadas, y más concretamente desde la Psiquiatría, la Psicopatología y la Sociología?
Esta
es la parte de un todo, donde lo menos distinguible puede ser conceptualizado y
a la misma vez, censurado.
En
este caso, acudiré al concepto de salud de la OMS, que reza: ‘’Salud es el estado de completo
bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de enfermedad o
dolencia’’
Sin
incurrir en una extralimitación explicativa, el genoma humano, sería artífice,
ejecutor y causante de todos y cada uno de los procesos de enfermedad física,
orgánica y los fenómenos de caracterización, comportamiento, actuación y
raciocinio de sí mismo y de otros seres humanos. En estos casos, los supuestos
previstos tendrán que responder a la siguiente cuestión: ¿Hasta qué punto la Biología atenaza e
influye en el fenómeno individual y colectivo idiosincrásico?
Conocemos
lo más relevante y recriminable al ADN celular en caso de la enfermedad en su
sentido más mundializado y compartido del término; sin embargo los rasgos
considerados ‘’normales’’ de la personalidad son la expresión de un componente
químico anexionado al ser.
Atributos
y características estimadas en cierto sentido como naturales y normales en el
ser humano, por ejemplo, el optimismo, el pesimismo, el altruismo, la timidez,
la creatividad, la impulsividad, la pereza, la envidia, la predisposición a ser
sociable, bromista, irascible, trabajador, iracundo o sensible, o en casos más
extremos y ‘’patológicos’’, el padecimiento a la adicción de ciertas drogas,
ludopatías, ergomanía, vigorexia, tanorexia, opiomanía, ciberadicción,
tecnofilia, etc., estarían ligados a la activación de tipos concretos de genes.
Según
un estudio en el campo de la
Psicología del Desarrollo, se ha encontrado una correlación
positiva entre el número de libros que tienen los padres en casa y los
resultados académicos de los hijos, pero en este caso, el factor ambiental, no
tiene por qué ser la causa, sino que la predisposición genética a la autodisciplina
de sacar buenas notas y la que otorga la disposición parental a acumular
libros es un factor predominantemente genético y probablemente trasmisible.
Asimismo
cabría la siguiente cuestión, ¿por qué hay personas que padecen continuas
depresiones sin haber sufrido experiencias traumáticas en su vida, y en cambio
otras que sí han padecido serios infortunios, remontan satisfactoriamente su
estado anímico?
Desde
el siglo XX, el Proyecto Genoma Humano, está permitiendo la identificación de
la secuencia genética de billones de pares de bases del genoma humano, que
podrán ser minuciosamente analizados y comparados a través de la
bioinformática.
Y
digo esto, porque al igual que se analizan las variantes catalogadas como
anómalas según un cuadro médico, y categorizadas bajo una denominación y
descripción concreta, podrían describirse pequeñas variaciones del ADN
poligénicas o no, que se hicieran patentes a través de los rasgos más o
menos típicos de la personalidad humana.
Si
seguimos la línea del concepto de salud o enfermedad provista por la OMS, en la observación de un
comportamiento, obtendríamos, a la luz de la definición, un juicio crítico
sobre la personalidad del ser social. De esta manera, podríamos encuadrar
aspectos típicos y habituales de una persona como anómalos o patológicos
genéticamente si interceptan en la integración positiva y la participación
eficaz y provechosa del ser como individuo en sociedad.
Sigmund
Freud manifestó: ” la salud mental es la posibilidad de amar y trabajar y
considero que esa es una definición bastante clara de una vida plena.”
Sin
embargo, el determinismo de la influencia del ambiente sobre el comportamiento
y actitud del ser, es relevante en la conformación de la genética molecular.
-De la misma forma que la radiación gamma o ultravioleta incide sobre la
secuencia normal del ADN a través de mutaciones de los componentes químicos del
núcleo celular- la intromisión de determinados agentes en los procesos
sociales podrían manipular la configuración del mismo. Así pues, para eliminar
ciertos patrones de conducta, la
Psicología conductista tendría la facultad de desarrollar
terapias (cognitiva, conductual, psicoterapia…) correctoras de posibles
anomalías en genes.
El
enigma consiste en escrutar cómo las causas ambientales pueden derivar en una
alteración molecular para el perfeccionamiento de un determinado
comportamiento, hábito o conducta humana.
¿Puede
el conductismo social mediante condicionamiento clásico u operante restaurar la
conformación de la genética molecular (renaturalización genética)?; Y del mismo
modo, ¿podrían las condiciones ambientales o sociales alterar anómalamente la
estructuración química del ADN, para el padecimiento de determinados
rasgos conductuales que le imposibiliten su integración conductual,
psíquica y mental en sociedad (desnaturalización genética)?
No
son pocos los casos de niños y adolescentes con comportamiento violento que a
su vez han sido víctimas de abusos físicos y/o sexuales; pero realmente ¿cuáles
son las causas y factores que degeneran y degradan las conductas humanas de
estas personas?
En
numerosas ocasiones hemos tenido la posibilidad de observar cambios
disfuncionales en las frecuencias de ondas cerebrales al someter a un paciente
a un determinado estímulo, pero tras aplicar las terapias apropiadas en cada
caso, se obtuvieron cambios
significativos.
¿Es posible que un tratamiento modifique los endofenotipos del genoma hasta el
punto de obtener una rectificación de los desequilibrios moleculares?
Según
estudios recientes mediante el análisis de la neuroimagen, la presencia de
‘’piezas mediadoras’’ de expresión genética, son claves en la comprensión de la
variación de los enclaves que contribuyen a la vivencia íntegra de la salud,
sin una necesaria alteración del ADN: los endofenotipos.
Los
endofenotipos son fenotipos intermedios que actúan de mediadores o vectores
entra la alteración de genes y las consecuencias sintomatológicas físicas,
psíquicas u orgánicas, derivadas de la misma.
De
esta manera se podrían prever, combatir y prevenir los estados comportamentales
ligados a la falta de salud.
Por
ejemplo, según fuentes, se ha descubierto una bacteria que provoca infección de
garganta y que puede desembocar en un Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC). Como
ya se sabe, existe una gran cantidad de virus y bacterias capaces de degenerar
el ADN celular, pudiendo ser este un caso clave. De modo que si se analiza y
descubre el proceso mutagénico y se emplaza el gen susceptible de afección,
podría garantizarse la previsión y diagnóstico precoz de irregularidades no
saludables del comportamiento humano.
Diversos
síndromes mutagénicos han evidenciado la patología física y orgánica que
provoca una determinada anomalía estructural cromosómica, como la pérdida de
fragmento de ADN de un cromosoma (deleción), cambios numéricos y estructurales
de los mismos (aneuploidía, euploidía), intercambio de fragmentos de cromosomas
no homólogos (translocación), etc.
Sin
embargo la caracterización cromosómica que altera la estructura normal influye
en los comportamientos, actitudes y prácticas humanas determinando en gran
medida las decisiones, aunque no sean socializadas por el grupo cultural en que
se halle. Los comportamientos son genéticos y la preponderancia de hechos
sociales depende en gran medida de la predominancia de ciertos genes.Así pues,
el proceso patológico de separación de cromosomas homólogos de los gametos
-meiosis-, no sólo podría implicar alteraciones físicas y orgánicas más o
menos perceptibles en el feto, sino un gravamen de conductas, como la
predisposición a la violencia y la agresividad.
Del
mismo modo, el ser afín a una moda, no necesariamente implica ser portador de
ideas comunes con un emplazamiento de versiones creativas compartido; son
los componentes genéticos los que impiden desviarnos de la línea del
seguimiento popular creando un registro vinculado estrechamente con el grupo y
desindividualizante.
Con
esto no estoy diciendo que todas las divergencias comportamentales sean
mutacionales en el sentido anómalo del término. Muchas de las diferencias
adquiridas son factores azarosos que impulsan el progreso evolutivo como
especie, implementando la capacidad de supervivencia.
Sin
embargo, si la herencia impone dificultades de estabilidad, equilibrio y
consonancia individuales y/o sociales, podríamos hablar de estructuras génicas
heredadas y transmisibles con alteración patente y generadoras de patología
física posterior.
Por
ejemplo, una persona cuya carga genética propicie un temperamento con tendencia
a sufrir estrés, estará viendo incrementada la probabilidad de sufrir
trastornos psíquicos u orgánicos a posteriori como las enfermedades
cardiovasculares o el cáncer, reduciendo los años potenciales de vida y
consecuentemente la supervivencia de su estirpe.
De
este modo, las Ciencias Sociales y el análisis pormenorizado de las mismas,
podría ser plausible a través del método científico siempre y cuando el objeto
de estudio sea constante y estable y constituya la génesis del
desencadenamiento del proceso social imprevisible, alterable y cambiante que se
genere a posteriori. En cambio, si nuestro análisis se ejecuta una vez
explosionado el punto detonador de la divisibilidad comportamental y el
dinamismo social, la variabilidad teórica distará de la aproximación a la veracidad
observacional, objeto de estudio.
No
podemos someter a presiones metodológicas la movilidad de los componentes y
agregados macro y microsociales que divergen en su confluencia explicativa,
porque sencillamente estarían sujetos a leyes definitorias efímeras y
tornadizas.