Para el Dr. el Psicología Manuel
Villegas, "la conciencia moral es el sistema de regulación inherente a cada
persona, un reajuste sistémico entre las necesidades y deseos propios con las
necesidades y deseos de los demás".
En contraposición, define la
moral como "aquel conjunto de criterios de comportamiento que comparte una
comunidad y que puede tener un respaldo religioso o no".
Realmente hemos
adoptado a lo largo de la historia múltiples teorías y paradigmas definitorios
o diferenciadores entre conciencia (espiritual) y conciencia (racional) e
incluso la conciencia de la persona (egolatría y/o hedonista), de la que
tenemos más evidencia en nuestro análisis social, a través de la corriente
individualista que se ha visto fuertemente acrecentada en la sociedad
postmoderna.
Además, hay que introducir una
conceptualización etápica de la conciencia con ánimo de acometer una
gradualización progresiva y diferenciada entre el estado impersonal o
espiritual de la misma a concepciones cada vez menos normativas y reglamentadas
en base a una sociedad carente de los valores impuestos por anteriores etapas.
Hemos alcanzado un nivel de
autoconciencia en base a la cuál cada uno decide libremente cómo la va a
difundir en base a unos valores que no son precisamente colectivos. La nueva
conciencia individual no excluye totalmente otras formas de conciencia
impuestas, pero surge sobre la mecha del deterioro y decadencia de la
colectividad moral de índole religioso y de las estructuras de regulación moral
que se habían confraguado entre los tópicos mecanicistas del control social político
y religioso, en la definición del bien y el mal.
El individualismo moral es
racional pero no se funda desde la racionalidad colectiva trascendental sino
del afamado poder de libertad ególatra y del orden "incívico" de la nueva
autarquía del mundo actual.
La arbitrariedad humana denota
nuevas presunciones de conciencia ante la infinidad de elecciones no
programadas del individuo como ser "racional" inserto en una sociedad de
neutralidad normativa, en la cuál cada persona goza de albedrío sistémático en
la capacidad propia de querer obrar sin coacciones lobotomizadas, más propias
de la inflexibilidad premoderna más ruralizada y arcaica.
Y, entonces ¿a qué hemos
llegado?
A una forma de sentido común y carente de
determinismo causal, por la cuál cada sujeto se enfrenta a una filosofía
deshumanizada de desconcierto, en la que el ser humano está desprotegido de una
moral de cohesión compartida, encontrándose solo ante el rol de responsabilidad
ética individual frente a un todo.
Ya no hay paradigmas de
regulación moral donde cada individuo estaba dirigido por preceptos inmunes de
comportamientos. La moralidad no se comparte de forma generalizada. Cada persona
expresa un variopinto concepto de obligatoriedad de actuación según sus propios
razonamientos no condicionados.
Simplemente existe un
estructuralismo normativo que es conceptual, reflexivo e inviolable, vehículo
de colectivización de conciencia, pero más parcial: Las instituciones jurídicas,
ejercidas a través del Derecho restitutivo, capaz de lograr un estado de
armonía. Desde el marco de la ley escrita, las divergencias morales
interpersonales se aminoran, pero no desaparecen. El encuadre de actuaciones es
muy restringido y es improcedente a menos que se trate de casos de mayor gravedad.
A lo que me refiero, es al deber comportamental puramente cotidiano.
La moral compartida ha pasado de ser una bóveda de acero que cubría, protegía y
aislaba la moral individual de la colectiva/religiosa, a ser una telaraña de
ideales, prácticas y hechos que pretenden enmascarar su amoral naturaleza, sin
éxito.
¿Somos ahora menos morales que
antes?
Efectivamente hay un tentativo
afán liberador por definirnos e identificarnos cada vez más con una primitiva y
no socializada forma de actuar, pudiendo estar cada vez más identificada con
los impulsos e instintos propios de la irracionalidad del ser, enfatizando el
propio beneficio exclusivamente personal o la cobertura de las necesidades y
deseos más ególatras a través de la indiferencia tenaz hacia el entorno. De
forma tácita optamos por una moral de culto al individuo que emana directamente
del ego frente a formas de sacrificio para satisfacer necesidades sociales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario